Desaguadero

Una palabra en el tiempo y el espacio

Perseguir la palabra Desaguadero a lo largo de los siglos en documentos oficiales, mapas y testimonios de los protagonistas de grandes o pequeñas historias, permite observar fragmentos de los tiempos pasados de este territorio y sus antiguos pobladores.

Imagen 1
Figura 1 Tabula Geographica Regni Chile. Alonso de Ovalle, 1646
(versión de la Histórica Relación del Reyno de Chile). National Maritime Museum, Greenwich, London.

 

Un topónimo español

La palabra Desaguadero aparece en la memoria escrita cuyana asociada a distintas manifestaciones geográficas de la llanura oriental mendocina. Una de las primeras referencias se remite al río que recorre de norte a sur la planicie y es alimentado por las aguas de otros cauces que descienden de los Andes. En efecto, el nombre de Desaguadero describe la confluencia de los torrentes cordilleranos en una depresión del terreno que daba forma al sistema lacustre de Guanacache, para luego desembocar o desaguar en una falla geológica que constituye el cauce del río.

Es probable que los conquistadores que exploraron el actual territorio cuyano desde mediados del siglo XVI lo cruzaran, pero el conocimiento de las particularidades de la llanura oriental y su población se profundizó luego de que un pequeño grupo se avecindara en las pequeñas villas que eran las recién fundadas ciudades de Mendoza (1561) y San Juan (1562). Hacia fines de aquel siglo, ya conocían las lagunas y los alrededores del río, en los que vivían distintos grupos huarpes y otras parcialidades que, ya antes de la conquista, comenzaron a ser repartidos en encomiendas para pagar tributo al rey en forma de trabajo. Entre las encomiendas del área se destaca la de Desaguadero y la de Corocorto. Esta última se identificó con el nombre de un cacique y, más tarde, el nombre se convirtió en el topónimo que identificaba un paraje cercano al paso del río llamado Desaguadero.

En la segunda mitad de aquel siglo, los funcionarios reales del reino de Chile, al que pertenecía el Corregimiento de Cuyo desde su creación, establecieron al Desaguadero como el límite entre las jurisdicciones de las ciudades de Mendoza y San Luis, fundada en 1594. El establecimiento de la línea divisoria entre las jurisdicciones de las ciudades, que todavía permanece, resultó importante para la administración de estos territorios y la población nativa que vivía en el área.

Imagen 1

Figura 2 Acta que establece el Desaguadero como límite entre las jurisdicciones de Mendoza y San Luis.
Actas capitulares de Mendoza, Tomo I. Años 1566-1609. Publicadas por la Academia Nacional de la Historia de Argentina. 1945.

 

Inscripciones en un mapa del Reino de Chile del siglo XVII

 

Imagen 1

Figura 3 Tabula Geographica Regni Chile. Alonso de Ovalle, 1646
(versión publicada de manera independiente). Bibliothéque Nationale de France.

La importancia del Desaguadero como límite entre jurisdicciones para la administración de los territorios conquistados por la corona de Castilla, poblado por indígenas encomendados, podría explicar que la palabra aparezca en las primeras representaciones cartográficas del reino de Chile. A aquella jurisdicción pertenecía el Corregimiento de Cuyo, situado en la vertiente oriental de la cordillera, cuyos límites se extendían hasta las sierras puntanas. 

En 1646, Alonso de Ovalle publicó su Histórica relación del Reino de Chile en Roma, ciudad a donde había sido enviado para representar a la Compañía de Jesús. El jesuita, nacido en aquel reino, acompañó su relato, publicado en italiano y castellano, con un mapa denominado Tabula Geographica Regni Chile (35,7 x 47,25 cm). El mismo año, publicó, de manera independiente, una versión de mayor tamaño y más detallada de la Tabula (58 x 117 cm). En realidad, se trata del mismo mapa, pero el más pequeño es una composición sintética y simplificada del de mayor tamaño, que registra mayor información textual y gráfica.

Desde la perspectiva de la cartografía actual, las Tabulas de mediados del siglo XVII llaman la atención por su orientación, ya que el este está situado en la parte superior del plano. Ovalle advierte a los lectores sobre los límites de la representación cuando señala que se realizó sólo en función de las longitudes, ya que todavía se desconocen las latitudes. A pesar de esto, el mapa posee un gran valor sobre el imaginario social de la época. En la porción cuyana, también se observa la inclusión de información a través de textos explicativos, como el que destaca que en Cuyo abundan los frutos europeos, y de imágenes que despliegan un relato visual que da cuenta de algunas prácticas indígenas, la flora y la fauna, en la que coexisten animales reales nativos con otros fantásticos.

Una comparación atenta de las dos versiones del mapa, enfocada en la banda occidental de la cordillera, permite advertir que, aunque las diferencias no son muchas, resultan significativas. Los dibujos de montañas y volcanes humeantes representan la cordillera de los Andes que alimenta los ríos que, luego de atravesar el territorio, desembocan en el Mar del Norte. La solución gráfica elegida por Ovalle continúa la tradición de la cartografía previa y evidencia el poco conocimiento de otras jurisdicciones del imperio en la época.

Imagen 1

Figura 4 Detalle del Corregimiento de Cuyo en las dos versiones de la
Tabula Geographica Regni Chile, Alonso de Ovalle, 1646.

Más precisa, a pesar de las ausencias, es la representación del Corregimiento de Cuyo. Se destaca el conocimiento de los ríos de San Juan y Mendoza. Ovalle hace nacer sus cursos en la cordillera para luego confluir en las lagunas de Guanacache. Ellas alimentan un nuevo curso de agua que, hacia el sureste, conforman otro conjunto de lagunas y continúan su recorrido. En la versión de mayor tamaño, Ovalle identificó este río, con exactitud, como Desaguadero, y denominó con el mismo nombre el segundo grupo de lagunas: lacus del Desaguadero. Esta atribución podría hacer referencia tanto a antiguas lagunas y bañados formadas por el río como a la laguna del Bebedero, situada en la vertiente oriental del río. 

Imagen 1

Figura 5 Detalle del río Desaguadero, lagunas del Desaguadero y villa de Desaguadero de la
Tabula Geographica Regni Chile (versión independiente), Alonso de Ovalle, 1646.

La presencia hispánica en la banda occidental de la cordillera está representada por las tres ciudades cuyanas, en cuyos dibujos se destacan las cruces de las torres de las iglesias. En las zonas aledañas a los ríos y lagunas también señala la presencia de población dispersa con un círculo y una cruz que identifica la población indígena, negra, mestiza o a los blancos pobres que vivían en las campañas y la frontera. La versión más detallada registra con un ícono de ciudad más pequeño, en el que se destaca el edificio de la iglesia, lo que podría interpretarse como pequeñas villas. Estas son Valle Fértil, Uco, Desaguadero, Diamante y Cerro Nevado. Aunque todos estos topónimos existían en la provincia de Cuyo en la época, la identificación como villas que realiza Ovalle resulta problemática. De hecho, solo Valle Fértil, establecida en las décadas finales del siglo XVIII, existió con ese nombre. Más que villas, en el siglo XVII, parecen ser parajes poblados conocidos y visitados por funcionarios reales, vecinos encomenderos y sacerdotes que buscaban convertir al cristianismo a sus pobladores indígenas. 

Imagen 1
Imagen 1
Figura 6 Detalle de las ciudades y villas de Cuyo representadas en la Tabula Geographica [...]
(versión independiente), Alonso de Ovalle, 1646.

De esta forma, a mediados del siglo XVII, Desaguadero quedó inscripto en la memoria escrita y oral de los antiguos pobladores y su existencia graficada en mapas impresos en Europa que también circularon por América y, a lo largo de los siglos, alcanzaron innumerables lectores.

 

Un río en la banda oriental de la cordillera 

En el siglo XVIII, la tradición de la representación cartográfica del reino de Chile se transformó siguiendo el ritmo de los adelantos científicos y tecnológicos que terminarían modificando la concepción del mundo. El conocimiento del territorio y las nuevas técnicas cartográficas hicieron desaparecer los elementos maravillosos y los dibujos que representaban distintos elementos del territorio. Así se observa en el mapa Il Chile, Regno dell’America Meriodionale que ilustraba el Compendio de la Historia civil del Reyno de Chile, editado en Bolonia en 1776.

Imagen 1
Figura 7  Il Chile, Regno dell’America Meridionale. 1776. J. I. Molina Bibliotheque Nationale de France.

La obra fue publicada en forma anónima y, más tarde, atribuida a Juan Ignacio Molina, que reconoció su autoría. El sacerdote, nacido en el Reino de Chile, fue desterrado a Italia cuando, en 1767, Carlos III expulsó a los jesuitas de los territorios de su imperio. En Italia, Molina se dedicó al estudio de las ciencias naturales y contribuyó con sus obras a difundir las particularidades de su tierra natal. 

Se trata de uno de los últimos mapas del antiguo Chile colonial que incluyen en su representación la otra banda de la cordillera, ya que aquel año de 1776, el Corregimiento de Cuyo fue incorporado en el Virreinato del Río de la Plata. Así, cuando en 1782 Molina publicó su Ensayo sobre la Historia Natural de Chile, excluyó del texto la mayor parte de las referencias a Cuyo, y justificó el uso del mismo mapa que acompañaba al Compendio. Recién pudo modificarlo en la reedición de 1810.

La producción del mapa fue un trabajo colaborativo por el cual el cartógrafo Giussepe Mancini y el artista Giovanni Fabbri plasmaron los conocimientos y experiencias de Molina. Aunque, algunas características de la tradición cartográfica previa se mantuvieron. Al igual que las versiones de la Tabula de Ovalle, la nueva carta mantiene la orientación que sitúa el este en la parte superior y dispone la cordillera de manera horizontal. Los avances de la cartografía en el siglo podrían explicar que -en la edición de 1782- Molina advierta a los lectores que, contra el método habitual de los geógrafos, eligió esa disposición porque como el país era demasiado largo de Norte a Sur, y muy estrecho de Este a Oeste, la proyección habitual habría sido inconveniente para aquellos que querían usarlo.

La representación de Cuyo, en la banda occidental de la cordillera, resulta esquemática y solo registra las principales ciudades hispánicas y algunos accidentes geográficos. En este caso, parecen faltar las villas de las campañas cuyanas que, en estos años, se estaban consolidando. Sin embargo, el mapa ha ganado en precisión. Las montañas siguen apareciendo dibujadas y los ríos que nacen del deshielo de las nieves descienden hasta la planicie. Nuevamente, el San Juan y el Mendoza dan forma a las Lagunas de Guanacache que alimentan al Desaguadero, en el que ahora pueden observarse desembocando los ríos Tunuyán y el Diamante, conocidos en el siglo XVII, pero ausentes en el mapa de Ovalle.

También aparece la asociación entre la laguna del Bebedero y el Desaguadero que sigue su curso hacia el sur, tierra adentro, para usar la expresión con la que los españoles denominaban los territorios de los indígenas no conquistados. En las Pampas indiani los pueblos originarios denominaban al río. Chadileuvú o Salado, que constituye su nombre actual en esta parte de su curso. 

Imagen 1
Figura 8 Detalle de Il Chile, Regno dell’America Meridionale que representa el Corregimiento de Cuyo. J. I. Molina, 1776.

La ausencia de las lagunas del Desaguadero, que tan claramente registraba el mapa de Ovalle en el siglo anterior, plantea numerosos interrogantes sobre la atribución del sacerdote en el siglo XVII. Podría pensarse que aparecen representadas junto a las de Guanacache, que se han multiplicado o, acaso, se han desecado y desaparecido.

La línea punteada que señala los límites del imperio español constituye un elemento novedoso en la representación. En el siglo XVIII, la frontera más que una línea, constituía una franja porosa entre el Valle de Uco y el río Diamante donde se conectaban el mundo español y el de los indígenas no sometidos y tenían lugar las numerosas formas del contacto interétnico violentas y pacíficas.

 

Un punto entre el Atlántico y el Pacífico  

Imagen 1

Figura 9 Carta esférica de la parte interior de la América meridional para manifestar el camino
que conduce desde Valparaíso a Buenos-Aires, construida por las observaciones astronómicas que
hicieron en estos parajes en 1791 D. José de Espinosa y D. Felipe Bauzá, oficiales de la Real Armada, 1810.
Bibliothèque Nationale de France.

En 1810 la Dirección de Hidrografía de la corona española publicó la Carta esférica de la América meridional […]. Se trataba de un resultado imprevisto de la expedición científica dirigida por Alejandro Malaspina destinada a explorar las costas del imperio en el Atlántico y el Pacífico. De cómo dos oficiales de la Marina Real terminaron cruzando el Desaguadero da cuenta el final de aquella aventura extraordinaria iniciada en 1789. 

En efecto, en 1793, cuando las goletas Atrevida y Descubierta retornaban a la península por la ruta del cabo de Hornos, José Espinosa y Felipe Bauzá se separaron de la expedición en el puerto del Callao. A pesar de su salud quebrantada, concibieron una nueva travesía para explorar el camino terrestre entre el puerto de Valparaíso y el de Buenos Aires. Aunque se trataba de una ruta conocida, estaba poco descrita y los marinos científicos esperaban contribuir al conocimiento geográfico de esta porción del imperio. De hecho, la Carta esférica constituye una de las primeras representaciones del camino real o de las postas, ruta neurálgica de los márgenes del antiguo imperio español.

En noviembre de 1793, llegaron a Valparaíso y, luego de una estadía en Santiago, cruzaron la cordillera a principios de marzo. Se detuvieron en Mendoza para organizar la segunda parte del viaje, que iniciaron a fines de marzo en un coche tirado por seis caballos. A mediados de abril, se encontraban en Buenos Aires, donde se reunieron con el resto de la expedición para retornar a la península. En su equipaje llevaban sus cuadernos con la información con la que confeccionaron la Carta esférica, acompañada de una descripción del recorrido.

Se ha valorado la precisión y la belleza de este mapa que exhibe los avances producidos en la cartografía de la época. Los dibujos de los accidentes geográficos han desaparecido y se utiliza el color para mostrar las variaciones de la topografía. Espinosa y Bauzá realizaban observaciones astronómicas durante las noches y, aprovechaban el medio día para utilizar un reloj solar que les proporcionaba información para calcular las latitudes y longitudes de los sitios representados. Cuando llegaron al paso de Desaguadero determinaron la latitud y años más tarde, publicaron esa información. 

Imagen 1
Figura 10 Tabla de observaciones del barómetro, de latitud, longitud y variaciones [...]. Espinosa, José.
Memorias sobre las observaciones astronómicas hechas por los navegantes españoles [...]. Madrid, Imprenta Real, 1809.

En la nueva representación, Desaguadero se ha convertido en un punto en el camino que vinculaba el Atlántico y el Pacífico. La villa de Coro-corto aparece como una encrucijada de caminos que recorren la Travesía árida hasta el paso de Desaguadero rumbo a San Luis o Córdoba, y los que siguen la costa del río Tunuyán para llegar a la última ciudad cuyana bordeando la laguna del Bebedero. Ya no es solo el río, sino el nombre del paso que permitía cruzarlo, y que, por las barrancas espantosas de su cauce, constituía un obstáculo en el camino que no resultaba sencillo sortear. Aunque, los experimentados viajeros matizaban esta idea, que probablemente respondía a la exageración local: “[…]el Desaguadero es ciertamente un mal paso para cualquiera que no esté acostumbrado a atravesar pasos peligrosos. Forma un foso de 60 varas de ancho y 2 ½ a 3 de profundidad por donde corren unidas las aguas de los ríos Mendoza y Sn. Juan con rapidez de tres millas por hora”.

Imagen 1
Fiigura 11 Detalle que muestra la villa de Coro-Corto y el paso de Desaguadero en una encrucijada de caminos.
Carta esférica de la parte interior de la América Meridional [...]. Espinosa y Bauzá, 1810. Bibliothèque Nationale de France.

La observación de los marinos da cuenta de la relación entre los ríos San Juan, Mendoza, las Lagunas de Guanacache y el Desaguadero, que no está del todo representada en el mapa, enfocado en el camino de postas. Sorprende el diseño del sistema lacustre que no pudieron haber visitado durante su corto pasaje por la jurisdicción. Es probable que los vínculos establecidos con José Antonio de Palacio, Tesorero de la Real Hacienda que los acompañó hasta Buenos Aires, les haya proporcionado información de primera mano y mapas locales, como el confeccionado por el oficial de Real Hacienda, José Ximénez Inguanzo sobre las lagunas de Guanacache y el río Desaguadero. 

Imagen 1
 

Los viajeros cruzaron el río en balsa porque el puente de madera que había construido Francisco de Serra y Canal, -motivo de un pleito con el gremio de carreteros por el cobro de peaje-, había sido destruido por una crecida. En la otra banda del río estaba el pequeño rancho del balsero y una posta muy humilde, en la que descansaron antes de continuar su marcha y perderse en la inmensidad de las pampas. 

 

 

< Página anterior Próxima página >